jueves, 21 de junio de 2012

Les acerco el exquisito relato de Silvina Ocampo que hemos trabajado en la última reunión.


Cielo de claraboyas


   La reja del ascensor tenía flores con cáliz dorado y follajes rizados de fierro negro, donde se enganchan los ojos cuando uno está triste viendo desenvolverse, hipnotizados por las grandes serpientes, los cables del ascensor.
   Era la casa de mi tía más vieja adonde me llevaban los sábados de visita. Encima del hall de esa casa con cielo de claraboyas había otra casa misteriosa en donde se veía vivir a través de los vidrios una familia de pies aureolados como santos. Leves sombras subían sobre el resto de los cuerpos dueños de aquellos pies, sombras achatadas como las manos vistas a través del agua de un baño. Había dos pies chiquitos, y tres pares de pies grandes, dos con tacos altos y finos de pasos cortos. Viajaban baúles con ruido de tormenta, pero la familia no viajaba nunca y seguía sentada en el mismo cuarto desnudo, desplegando diarios con músicas que brotaban incesantes de una pianola que se atrancaba siempre en la misma nota. De tarde en tarde, había voces que rebotaban como pelotas sobre el piso de abajo y se acallaban contra la alfombra.
   Una noche de invierno anunciaba las nueve en un reloj muy alto de madera, que crecía como un árbol a la hora de acostarse; por entre las rendijas de las ventanas pesadas de cortinas, siempre con olor a naftalina, entraban chiflones helados que movían la sombra tropical de una planta en forma de palmera. La calle estaba llena de vendedores de diarios y de frutas, tristes como despedidas en la noche. No había nadie ese día en la casa de arriba, salvo el llanto pequeño de una chica (a quien acababan de darle un beso para que se durmiera,) que no quería dormirse, y la sombra de una pollera disfrazada de tía, como un diablo negro con los pies embotinados de institutriz perversa. Una voz de cejas fruncidas y de pelo de alambre que gritaba "¡Celestina, Celestina!", haciendo de aquel nombre un abismo muy oscuro. Y después que el llanto disminuyó despacito... aparecieron dos piecitos desnudos saltando a la cuerda, y una risa y otra risa caían de los pies desnudos de Celestina en camisón, saltando con un caramelo guardado en la boca. Su camisón tenía forma de nube sobre los vidrios cuadriculados y verdes. La voz de los pies embotinados crecía: "¡Celestina, Celestina!". Las risas le contestaban cada vez más claras, cada vez más altas. Los pies desnudos saltaban siempre sobre la cuerda ovalada bailando mientras cantaba una caja de música con una muñeca encima.
   Se oyeron pasos endemoniados de botines muy negros, atados con cordones que al desatarse provocan accesos mortales de rabia. La falda con alas de demonio volvió a revolotear sobre los vidrios; los pies desnudos dejaron de saltar; los pies corrían en rondas sin alcanzarse; la falda corría detrás de los piecitos desnudos, alargando los brazos con las garras abiertas, y un mechón de pelo quedó suspendido, prendido de las manos de la falda negra, y brotaban gritos de pelo tironeado.
   El cordón de un zapato negro se desató, y fue una zancadilla sobre otro pie de la falda furiosa. Y de nuevo surgió una risa de pelo suelto, y la voz negra gritó, haciendo un pozo oscuro sobre el suelo: "¡Voy a matarte!". Y como un trueno que rompe un vidrio, se oyó el ruido de jarra de loza que se cae al suelo, volcando todo su contenido, derramándose densamente, lentamente, en silencio, un silencio profundo, como el que precede al llanto de un chico golpeado.
   Despacito fue dibujándose en el vidrio una cabeza partida en dos, una cabeza donde florecían rulos de sangre atados con moños. La mancha se agrandaba. De una rotura del vidrio empezaron a caer anchas y espesas gotas petrificadas como soldaditos de lluvia sobre las baldosas del patio. Había un silencio inmenso; parecía que la casa entera se había trasladado al campo; los sillones hacían ruedas de silencio alrededor de las visitas del día anterior.
   La falda volvió a volar en torno de la cabeza muerta: "¡Celestina, Celestina!", y un fierro golpeaba con ritmo de saltar a la cuerda.
   Las puertas se abrían con largos quejidos y todos los pies que entraron se transformaron en rodillas. La claraboya era de ese verde de los frascos de colonia en donde nadaban las faldas abrazadas. Ya no se veía ningún pie y la falda negra se había vuelto santa, más arrodillada que ninguna sobre el vidrio.



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Celestina cantaba Les Cloches de Corneville, corriendo con Leonor detrás de los árboles de la plaza, alrededor de la estatua de San Martín. Tenía un vestido marinero y un miedo horrible de morirse al cruzar las calles.

miércoles, 6 de junio de 2012

Consignas

Lo que sigue no es más que un listado de las consignas que hemos trabajado hasta este momento. Se trata de una ayuda- memoria para aquellos que aun faltan entregar materiales.

29/03 Memoria de lector

19/04 Viaje memorable

26/04 Descripción a partir de una dupla
    a-la ciudad y el tacto
    b-la ciudad y los artefactos
    c-la ciudad y los corredores subterráneos
    d-la ciudad y el sueño
    Redactar un texto que aluda a la relación seleccionada.

03/05 Las dos historias. Volver a narrar el "viaje memorable" desde la lógica de las dos historias, según el modelo de Heminway.

10/05 Encuentro. A partir de la siguiente trama elaborar un relato:
 "Un hombre regresa a su hogar luego de una travesía de diez años. Al llegar, sólo su perro lo reconoce".

17/05 Nota de lector. A partir de "El corazón de las Tinieblas" de J. Conrad. Se recomiende la lectura del artículo "El Apocalipsis según San Francis", por Rodrigo Fresán.

24/05 Pensar un sitio urbano. Justificar la elección.

30/05 Descripción densa. Realizar una descripción detallada del sitio elegido. Para ello se recomienda la visita al lugar. Una ayuda puede ser la toma de imágenes fotográficas. Se recomienda la lectura de "El efecto de realidad" de R. Barthes

miércoles, 11 de abril de 2012

Paro

Con motivo del paro, mañana 12 de Abril no concurriré a dictar el Taller. Presten atención a la información en este blog.
Estaré enviando alguna consigna por esta vía.

Nos vemos.

jueves, 29 de marzo de 2012

Lo que vuelve como pesadilla

La primera lectura se arma co­mo un Frankenstein. Es inútil precisar si fue este libro o fue este otro. Pero una consigna exige decidir de manera arbitra­ria. La primera lectura no es el primer libro, ya que éste se aso­cia al acto de aprender a leer.
Eligiría una novela de Emilio Salgari: El corsario negro, duque de Ventimiglia y la emoción que ex­perimenté muchos años des­pués al pasar por la frontera en­tre Italia y Francia al descubrir que Ventimiglia era un lugar real. O una de las aventuras de Sandokán cuando la colección Robin Hood nos descubría un mundo exótico y diferente desde aquellas tapas amarillas. Un libro que mi madre me compraba mensualmente a pesar de una economía magra. En la misma colección es­taban los libros de Luisa May Alcott, Hombrecitos y Mujercitas, li­bro que leí con avidez en una época en la que, sin saberlo, quería develar el enigma del mun­do femenino. El miedo estaba asociado a la lectura de La cabaña del tío Tom, de Harriet Stowe, una novela ejemplar sobre la esclavitud, a lo que se agregaba que eI libro tenía ilustraciones que hacían que la humillación se volviese una imagen imborrable.

Esta enumeración no es todavía el recuerdo de una lectura sino un repaso por impresiones y recuer­dos. Pero hay un libro que se re­corta en esta biblioteca de la me­moria -siempre provisoria- ame­nazada por el olvido y la atribu­ción errónea: el inefable Corazón, de Edmundo de Amicis.

Años más tarde, cuando tuve que prologar ese libro, retornó el sentimiento ambivalente que me producía Corazón y que se con­centraba en el personaje del rela­to: De los Apeninos a los Andes. Un italianito, genovés, que a los trece años viene solo a Buenos Aires a buscar a su madre y el destino lo hunde cada vez más en la desgracia aunque logra salvar a su madre de la muerte. El libro es repugnantemente realista. La historia exacerba las penurias de una inmigración desgarrada por el desarraigo. Es que el libro fue pensado como: Historia de un año escolar escrita por un alum­no de tercer grado de una es­cuela municipal de Italia. Un rea­lismo que al perder sus recursos estéticos y literarios queda redu­cido al golpe bajo. Pero estas son reflexiones actuales. La lec­tura de aquellos tiempos todavía me evoca rechazo y fascinación cuando aquel sufrido personaje de Corazón reaparece en mis sueños para convertirlos en una pesadilla.

LUIS GUSMAN – NARRADOR
Revista Ñ, Nº 134, Buenos Aires, 22 de Abril 2006.

Leyendo en los intersticios

¿Cuántas horas por día dedicas a la lectura?, me preguntó una vez, solem­nemente, un amigo psicoanalista. Lo miré con sorpresa. Nunca se me había ocurrido contarlas. La pregunta sobre el lugar específico que elijo pa­ra leer me produce la misma perpleji­dad. Refiriéndome al tiempo tanto co­mo al lugar, puedo decir que yo leo en los intersticios de la vida. Eso pa­rece poco, pero es mucho. Leo en to­do momento en que no estoy haciendo otra cosa que me lo impida. Quie­ro decir, leer es el estado natural del ser humano, ¿verdad? Leer es lo que uno desearía estar haciendo siempre. Se trata de tener algo para leer siem­pre a mano: en la cartera, en el bolsillo, en el baño, en la mesa de luz, en el estante, en la compu, sobre la me­sa de la cocina y la del comedor, en casa de amigos y parientes, en la ofi­cina. Entonces uno abre el libro, se zambulle y zás. Allí se va, leyendo, por el río de las palabras. Sí, es lectura escapista. Houdini lector. Leo como quien respira. A veces es inevitable contener el aliento, pero en cuanto saco la cabeza fuera del agua (ese efecto se produce, curiosamente, cuando me sumerjo en la lectura), otra vez estoy allí, leyendo. En los vehículos de transporte, qué maravilla. En el subte, por ejemplo, en horas pi­co, con los brazos levantados, apo­yando el libro sobre la nuca o la es­palda de un desprevenido compañero de viaje. En el subte vacío, cómoda­mente sentada, un poco culpable siempre por mi ausencia de la reali­dad. ¿Sobre qué voy a escribir si no miro, sí no sé, sí no estoy? En el baño, siempre y largamente. En la ca­ma, ¿por qué no? Pero qué bueno en la cocina, comiendo, simultaneidad del placer. En los bares, tomando cortaditos. En los aeropuertos, casi sin mirar el reloj. En la bañera. Caminan­do. He llegado a caerme en un pozo por leer en la calle pero no por culpa mía, fue el pozo artero que me atacó, disfrazado con un plástico negro. En las colas de oficinas públicas y ban­cos y supermercados. (Ah, con qué gusto extraigo mi libro mágico en to­dos los lugares donde no quisiera es­tar). ¿Dónde no leo? debería pregun­tarme. Nunca leo en la ducha, ni cru­zando la calle, a menos que haya semáforo.

Ana María Shua
Revista Ñ, Nº 134, Buenos Aires, 22 de Abril 2006

Primera consigna.

Redactar un texto cuyo eje sean sus primeras lecturas. Se tratará de un texto cercano a un perfil autobiográfico de lector. Para ello tener en cuenta la información recopilada en los borradores, información surgida del ejercicio de la memoria.

Que la Fuerza los acompañe...

Buen inicio

Este blog es un espacio de intercambio de nuestra comisión. Se trata de una extensión del aula que servirá de puerta de intercambio y publicación de informaciones relativas al Taller.
Desde aquí les deseo un buen año. Pasen y sientanse cómodos...